Contexto y objetivos de la Ley TEA N°21.545
En marzo de 2023 se promulgó en Chile la Ley N°21.545, conocida como Ley TEA o Ley de Autismo, que establece la promoción de la inclusión, la atención integral y la protección de los derechos de las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) en los ámbitos social, de la salud y de la educación. En el contexto educativo, esta ley marco busca asegurar a todos los niños, niñas, adolescentes e incluso adultos con TEA una educación inclusiva de calidad, garantizando su acceso, participación, permanencia y progreso en el sistema educativo, sin discriminación alguna. Su propósito es eliminar cualquier forma de discriminación y fomentar un abordaje integral de las personas autistas, sensibilizando a la sociedad sobre la neurodiversidad y los derechos de este grupo. La Ley TEA se aplica a todo tipo de establecimientos educacionales – públicos, particulares subvencionados y particulares pagados – por lo que todas las comunidades escolares de educación parvularia, básica y media deben adecuar sus políticas y prácticas para cumplir con sus disposiciones. Esto implica un cambio cultural en cómo comprendemos y acogemos la neurodiversidad en la escuela, promoviendo principios como el trato digno, la autonomía progresiva, la participación de las familias, la perspectiva de género, la intersectorialidad (coordinación entre Educación, Salud y otros sectores), el reconocimiento de la neurodiversidad, la detección temprana y el seguimiento continuo de cada estudiante.
A continuación, detallamos qué exige específicamente la Ley TEA N°21.545 a los colegios y jardines infantiles en Chile en materia de inclusión de estudiantes con autismo, y se entregan orientaciones prácticas para que directivos y docentes puedan implementar estas exigencias en sus establecimientos. Los focos incluyen adecuaciones curriculares, formación docente, ajustes de infraestructura, protocolos de actuación y comunicación con las familias, entre otros aspectos claves para construir comunidades educativas verdaderamente inclusivas.
Admisión e inclusión sin discriminación
Una de las obligaciones fundamentales de la ley es garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación para estudiantes con TEA. Ningún establecimiento, sea público o privado, puede negar la matrícula o expulsar a un estudiante por el hecho de tener autismo. Hacerlo constituiría discriminación arbitraria, lo cual está prohibido tanto por la Ley TEA como por otras normas vigentes en Chile (Ley 20.609 Antidiscriminación y Ley 20.422 de Discapacidad). En palabras de SENADIS, “¿Un colegio puede rechazar a una persona con trastorno del espectro autista? No, y si lo hace en razón de su condición, diagnóstico o eventual discapacidad incurre en causal de discriminación arbitraria… De ocurrir aquello, se puede efectuar denuncia ante la Superintendencia de Educación”. La Ley TEA refuerza explícitamente el deber del Estado de resguardar que niños, niñas y jóvenes con autismo accedan sin discriminación a establecimientos de todo el sistema educativo. Por lo tanto, los procesos de admisión deben ser inclusivos y transparentes, sin solicitar requisitos que excluyan a estudiantes con necesidades especiales. Asimismo, una vez matriculados, se debe asegurar su permanencia: ningún alumno puede ser expulsado o su matrícula cancelada debido a conductas o desafíos propios de su condición, sin antes haber agotado medidas de apoyo adecuadas. Las medidas disciplinarias deben aplicarse con criterio inclusivo, considerando la naturaleza del TEA y procurando ajustes o apoyos en lugar de sanciones desproporcionadas. De hecho, el Reglamento Interno de Convivencia Escolar de cada colegio debe revisarse para eliminar disposiciones que pudieran penalizar al estudiante por manifestaciones de su autismo. Si un establecimiento omite estas consideraciones y, por ejemplo, sanciona o segrega a un alumno por conductas derivadas de su condición sin brindar apoyos, estaría atentando contra la inclusión y podría ser fiscalizado y sancionado por la Superintendencia de Educación.
Recomendaciones prácticas:
- Revisar las políticas de admisión y eliminar cualquier requisito o prueba de entrada que excluya a estudiantes con autismo. Todos los formularios y entrevistas deben enfocarse en conocer al estudiante y sus necesidades, nunca en descartar su ingreso por su diagnóstico.
- Sensibilizar al personal de admisión y directivos sobre la prohibición de discriminar. Capacitarles en que negar la matrícula por TEA es ilegal y cómo acoger a las familias de estos estudiantes desde el primer contacto.
- Incluir en el Proyecto Educativo Institucional (PEI) un compromiso explícito con la inclusión y no discriminación, mencionando la acogida de estudiantes con necesidades educativas especiales (NEE) como parte de la misión del establecimiento.
- Difundir a toda la comunidad escolar (docentes, asistentes, apoderados) que la escuela es un espacio abierto a la diversidad. Esto puede reforzarse con afiches o comunicaciones recordando que la discriminación está prohibida y que todos los estudiantes tienen derecho a un trato digno.
- En caso de presentarse dificultades significativas con un estudiante con TEA, agotar las instancias de apoyo (adecuaciones, apoyos profesionales, trabajo con la familia) antes de pensar en medidas extremas. Cualquier medida excepcional debe fundamentarse técnicamente y nunca basarse solo en la condición del alumno.
Adecuaciones curriculares y metodologías inclusivas
Para lograr la real participación y progreso de los estudiantes con TEA, la ley exige que los establecimientos implementen las adaptaciones necesarias en el currículum y en las prácticas pedagógicas, de modo de responder a la diversidad del alumnado. Esto se alinea con las disposiciones del Decreto de Educación Inclusiva (Decreto N°83 de 2015), que mandata a diversificar la enseñanza y flexibilizar el currículum para estudiantes con NEE. La gestión curricular debe permitir contextualizar y diversificar la enseñanza en el aula, fortaleciendo estrategias didácticas y un clima que promueva la participación de todos los estudiantes sin excepción. En la práctica, esto implica desarrollar una planificación colaborativa y diversificada, ajustando qué se enseña, cómo se enseña, cuándo y cómo se evalúa, para atender distintos estilos de aprendizaje. Tales medidas benefician no solo al alumnado autista sino a toda la clase, al eliminar barreras que entorpecen el aprendizaje.
En términos concretos, ¿qué exige la ley? Si bien la Ley TEA no lista una por una las adecuaciones curriculares, sí establece el deber general de proveer “espacios educativos inclusivos, sin violencia y sin discriminación” y de ajustar los reglamentos y procedimientos para atender la diversidad del estudiantado. Esto abarca las prácticas pedagógicas. Además, otros cuerpos normativos ya obligan a otorgar todos los apoyos necesarios para la inclusión plena de los estudiantes con NEE tanto en educación regular como especial. En síntesis, el colegio debe adaptar sus métodos de enseñanza, evaluaciones y organización de aula para que los estudiantes con TEA puedan aprender de acuerdo a sus características. Por ejemplo, puede requerirse ajustar los objetivos de algunas asignaturas, priorizando aquellos aprendizajes más significativos para el estudiante; o modificar la forma de evaluar, otorgando más tiempo en pruebas, usando evaluaciones orales o con apoyos visuales según corresponda.
Toda adecuación curricular importante debe formalizarse en un documento individual. En Chile ya existe la figura del Plan de Adecuación Curricular Individual (PACI) para estudiantes con NEE permanentes, y el Plan de Apoyo Individual (PAI) para quienes están atendidos por Programa de Integración Escolar (PIE). La ley refuerza la utilización de estos instrumentos: cualquier ajuste significativo debe registrarse en el PACI o en el plan de apoyo, contar con la participación de la familia y del propio estudiante (cuando su edad o nivel lo permita), y formar parte del expediente educativo individual. Esto asegura seguimiento y responsabilidad en la implementación de las adecuaciones.
Recomendaciones prácticas:
- Implementar el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA): planificar las clases ofreciendo múltiples formas de presentar la información (visual, auditiva, concreta), diversas maneras para que los alumnos expresen lo que han aprendido (por ejemplo, no solo pruebas escritas sino proyectos, exposiciones, maquetas) y diferentes motivaciones o formas de involucrarlos (usando intereses del estudiante autista para conectar con los contenidos).
- Adecuar objetivos y evaluaciones: identificar los objetivos de aprendizaje esenciales y ser flexibles con aquellos secundarios. Por ejemplo, si un alumno con TEA tiene dificultades en comunicación oral, se le puede evaluar con mayor peso en tareas escritas o gráficas. Establecer evaluaciones diferenciadas cuando sea necesario, garantizando que demuestren su aprendizaje sin penalizaciones por su forma de comunicación.
- Apoyos visuales y estructura: muchas personas con TEA son pensadores visuales y se benefician de agendas visuales, pictogramas, esquemas y organizadores gráficos. Organizar la rutina diaria con un horario visual en la sala, usar señales visuales para indicar cambios de actividad o reglas, y disponer materiales de forma estructurada les ayuda a anticipar y comprender qué se espera, reduciendo ansiedad.
- Flexibilidad en tiempos y tareas: estar dispuesto a otorgar “mayores pausas o tiempo de descanso” durante la jornada o incluso a reducir la jornada escolar de forma acotada si el estudiante lo requiere, acordándolo previamente con la familia. Por ejemplo, algunos estudiantes podrían beneficiarse de una hora de entrada posterior o salida anticipada temporalmente. Cualquier medida de este tipo debe fundamentarse pedagógicamente, ser de duración determinada y evaluarse constantemente.
- Trabajo colaborativo docente: promover reuniones de planificación conjunta entre el profesor de aula regular y los profesionales de apoyo (educador diferencial, psicopedagogo, fonoaudiólogo si lo hay) para diseñar estrategias específicas para el alumno con TEA. Esta co-planificación permite ajustar las metodologías manteniendo los objetivos curriculares en la medida de lo posible.
- Uso de intereses especiales como motivación: muchos estudiantes con autismo desarrollan intereses muy profundos en ciertas áreas (por ejemplo, astronomía, trenes, un cierto tipo de dibujos animados). Incorporar esos temas o elementos en las actividades de aprendizaje puede ayudar a captar su atención e involucrarlos más activamente en las tareas escolares.
Apoyo emocional, conductual y social dentro del aula
La inclusión no solo implica ajustar lo académico, sino también proveer apoyos emocionales y conductuales para que el estudiante con TEA pueda desenvolverse adecuadamente en la vida escolar. La Ley TEA destaca que los establecimientos deben realizar ajustes en sus procedimientos internos para “permitir el abordaje de desregulaciones emocionales y conductuales” de los alumnos. Esto reconoce que estudiantes con autismo pueden experimentar episodios de sobrecarga sensorial, ansiedad intensa o crisis emocionales (a veces manifestadas en conductas disruptivas o desregulaciones) que requieren una respuesta distinta a la disciplina tradicional. Lejos de castigarlos, la institución debe prever protocolos y apoyos para acompañarlos en esos momentos, protegiendo tanto su integridad como la de sus compañeros.
En la práctica, ¿qué exige la ley en este ámbito? Si bien no entrega un protocolo único, sí obliga a que cada establecimiento cuente con medidas de apoyo emocional y conductual integradas en su gestión. Esto se puede traducir en tener un Plan de Acompañamiento Emocional y Conductual (PAEC) para estudiantes que lo necesiten, como lo ha sugerido el Ministerio de Educación en sus orientaciones. Además, el artículo 20 de la ley indica que los colegios deben ofrecer “espacios seguros, inclusivos y libres de violencia”, y proteger la integridad física y psíquica de sus párvulos y estudiantes. Brindar apoyo emocional es parte de esa protección. En resumen, se espera que el colegio: identifique señales de angustia o desregulación en el alumno con TEA, tenga estrategias definidas para intervenir de forma calmada y respetuosa, cuente con personal capacitado en manejo de crisis, y trabaje preventivamente enseñando al estudiante técnicas de autorregulación.
Recomendaciones prácticas:
- Crear un protocolo de crisis o desregulación: Diseñar por escrito un procedimiento que indique qué hacer cuando un estudiante con autismo presenta una crisis emocional o conductual fuerte (por ejemplo, gritos, fuga del aula, conducta agresiva por frustración). El protocolo debe incluir: pasos para calmar la situación (hablarle con voz suave, reducir estímulos, retirar posibles elementos peligrosos), definir un lugar tranquilo a donde llevar al estudiante si es necesario (una “sala de calma” o rincón seguro lejos de multitudes y ruidos), asignar personal de apoyo que acuda en ayuda (por ej., el psicólogo o encargado de convivencia), y establecer cómo se comunicará a la familia según la gravedad. Todos los docentes y asistentes deben conocer este protocolo y aplicarlo con serenidad.
- Espacios de “escape” o relajación: Habilitar en la sala de clases un pequeño espacio al que el estudiante pueda dirigirse cuando se sienta abrumado (puede ser un rincón con cojín, audífonos anti-ruido, libros tranquilizadores o juguetes sensoriales). De igual forma, identificar en el colegio un lugar tranquilo (biblioteca, sala de integración) donde pueda ir acompañado de un adulto cuando necesite recuperarse. Enseñar al alumno una señal o tarjeta que pueda mostrar cuando necesite usar ese espacio, fomentando su autogestión antes de alcanzar un punto de crisis.
- Técnicas de autorregulación: Trabajar con el estudiante, de acuerdo a su nivel, en estrategias para manejar sus emociones. Por ejemplo, practicar ejercicios de respiración profunda, usar “tarjetas de emociones” para que identifique y comunique cómo se siente, emplear historias sociales que le muestren cómo actuar en situaciones difíciles (como perder en un juego, o sentir mucha frustración). Estas técnicas deben reforzarse regularmente y estar disponibles en el aula (ej.: un cartel con pasos para calmarse).
- Apoyo entre pares: Fomentar una cultura donde los compañeros entiendan y apoyen. Por ejemplo, formar una red de “amigos tutores” o compañeros designados que en recreos o trabajos en grupo puedan ayudar al estudiante con TEA a integrarse, seguir instrucciones o simplemente acompañarlo si lo ven agobiado. Esto mejora la inclusión social y reduce la posibilidad de aislamiento o bullying.
- Intervenciones de profesionales de apoyo: Incluir al psicólogo escolar, educador diferencial u orientador en la atención de las necesidades socioemocionales. Ellos pueden realizar sesiones individuales periódicas con el estudiante para trabajar habilidades sociales (conversar, turnar en juegos, interpretar expresiones), resolver problemas que hayan surgido y anticipar eventos nuevos (por ejemplo, preparar al alumno para una salida pedagógica o una ceremonia escolar que se sale de la rutina).
- Registro y seguimiento: Cada episodio significativo de desregulación debe registrarse (qué lo desencadenó, cómo se actuó, cuánto duró, qué funcionó o no) para analizar patrones. Con esa información, el equipo de apoyo y la familia pueden ajustar el plan de intervención, evitando en lo posible futuros eventos o manejándolos mejor. Esto se vincula con el principio de seguimiento continuo que promueve la ley, donde se vela porque el niño o niña acceda, participe y aprenda en un contexto ajustado permanentemente a sus necesidades.
Protocolos internos y ajustes en reglamentos
La Ley TEA ha introducido nuevas obligaciones formales para las instituciones educativas en cuanto a sus normativas internas. Específicamente, ordena “efectuar los ajustes necesarios en sus reglamentos y procedimientos internos” para considerar la diversidad de los estudiantes, incluyendo la provisión de acompañamiento emocional y conductual cuando sea pertinente. Esto significa que cada colegio o jardín infantil debe revisar documentos como su Reglamento de Convivencia Escolar, Reglamento Interno y protocolos existentes, para alinearlos con los principios de inclusión y las necesidades de los alumnos autistas. Cualquier omisión en esta materia se vuelve exigible y fiscalizable: la Superintendencia de Educación ha dejado claro que toda acción u omisión que constituya discriminación arbitraria o que atente contra espacios educativos inclusivos será sancionada conforme a la ley. Por ello, es indispensable plasmar por escrito las adaptaciones y orientaciones que el personal debe seguir frente a situaciones que involucren a estudiantes TEA.
¿Qué áreas deberían cubrir estos ajustes en reglamentos/protocolos?
- En el Reglamento de Convivencia, incluir cláusulas que aseguren un trato digno y respetuoso a estudiantes con TEA en todo momento, prohibiendo expresamente burlas, acoso o cualquier trato vejatorio hacia ellos. Asimismo, establecer que las conductas disruptivas asociadas a una condición diagnosticada serán abordadas con estrategias formativas y de apoyo, más que con sanciones punitivas inmediatas.
- Incorporar un Protocolo de derivación y detección temprana: si un párvulo o alumno no tiene diagnóstico pero muestra señales de posible autismo, el personal docente/de apoyo debe saber cómo proceder. La ley indica que se debe informar a padres, madres o apoderados sobre la presunción de TEA y obtener su consentimiento antes de derivar al estudiante a una evaluación diagnóstica en salud. El protocolo debe detallar cómo comunicar estas observaciones a la familia de manera empática y clara (idealmente en una reunión con apoyo del equipo psicosocial), qué pasos seguir para la derivación (contacto con el centro de salud o especialista pertinente) y cómo acompañar al estudiante en el aula mientras se realiza el diagnóstico.
- Establecer un Protocolo de comunicación con familias (ver siguiente sección), asegurando que desde la matrícula se recoja información relevante del estudiante, y que existan canales fluidos para informar avances, dificultades o emergencias.
- Actualizar procedimientos de evaluación y promoción escolar para contemplar las adecuaciones curriculares de estudiantes con NEE. Por ejemplo, el reglamento de evaluación podría integrar lo dispuesto por el Decreto 170/2009 y 83/2015: que los alumnos con adecuaciones de tipo curricular deben ser promovidos de curso considerando el logro de sus objetivos individualizados, y que las adaptaciones evaluativas no implican bajar la calidad, sino equiparar oportunidades.
- Incluir lineamientos sobre acomodaciones en la rutina escolar (flexibilidad de horarios, apoyos en recreos, exámenes con condiciones especiales) cuando estén justificadas por un plan de apoyo. Estas medidas deben quedar formalmente respaldadas en los procedimientos para darles legitimidad y consistencia.
- Añadir en protocolos de seguridad o emergencia consideraciones para alumnos con TEA. Por ejemplo, en simulacros de incendio o terremoto, prever que ciertos estudiantes podrían angustiarse más; asignar un adulto para asistirlos específicamente, usar pictogramas para explicarles el procedimiento, etc.
Recomendaciones prácticas para la elaboración de protocolos:
- Conformar una comisión interna de inclusión, con docentes, directivos y especialistas (si los hay), que se encargue de revisar y proponer modificaciones a los reglamentos. Incluir también la voz de algún apoderado o representante de familia de niño con TEA puede ser valioso para dar perspectiva.
- Basarse en orientaciones oficiales: El Ministerio de Educación y la Superintendencia suelen emitir guías y orientaciones. Por ejemplo, el Mineduc ha difundido documentos de preguntas frecuentes y ajustes de gestión para la implementación de la leyespecial.mineduc.cl, que enumeran las obligaciones legales directas. Usar esos lineamientos como checklist para asegurarse de no omitir nada.
- Socializar los nuevos protocolos: No basta con redactarlos, hay que asegurarse de que toda la comunidad los conozca. Realizar jornadas de inducción con profesores y asistentes sobre el contenido del nuevo reglamento inclusivo y protocolos de actuación. En reuniones de apoderados, presentar los principales puntos (por ejemplo, cómo se abordarán las crisis conductuales, cómo se comunicará con ellos ante ciertos eventos, etc.). Entregar un extracto o folleto con esa información si es posible.
- Capacitar en simulaciones: Para que un protocolo de crisis sea efectivo, el equipo debe practicarlo. Realizar simulacros internos o juegos de roles entre el personal, ensayando cómo reaccionar ante una situación de desregulación de un estudiante, puede pulir los tiempos de respuesta y dar seguridad cuando ocurra de verdad.
- Revisar los protocolos al menos una vez al año a la luz de la experiencia. La inclusión es un proceso dinámico: tal vez ciertas reglas necesiten afinación conforme se va implementando la ley. Mantener una actitud de mejora continua, incorporando feedback de docentes y familias en la actualización de las normas.
Formación y capacitación del personal educativo
La Ley TEA impone a las instituciones educativas el deber de asegurar una formación adecuada de todo su personal – docentes, asistentes de la educación, profesionales de apoyo e incluso directivos y auxiliares – en materias de inclusión y trato a estudiantes con autismo. El objetivo es proteger la integridad física y psíquica de los alumnos con TEA en todos los contextos escolares, lo cual solo es posible si quienes interactúan con ellos conocen su condición y saben cómo abordarla de manera respetuosa y efectiva. Además, la ley mandata al Ministerio de Educación a desarrollar acciones formativas para dotar a los profesionales de herramientas para apoyar a las personas con TEA y acompañar sus trayectorias educativas. En otras palabras, habrá capacitaciones ofrecidas desde el nivel central, pero cada establecimiento también debe tomar la iniciativa de capacitar continuamente a su equipo.
¿Qué implica esto para los colegios y jardines? Principalmente, que deben contar con un plan de capacitación permanente en inclusión y autismo. Todos los profesores de curso, profesoras de párvulos, asistentes de aula, inspectores, etc., deberían recibir formación básica sobre las características del espectro autista, estrategias de manejo conductual, adecuaciones pedagógicas y comunicación efectiva con estos estudiantes. No se trata de un curso único al año, sino de ir profundizando en habilidades prácticas. La ley indica que esta formación debe darse “en todos los niveles y modalidades educativas”, por lo que incluye educación parvularia, básica, media e incluso superior. Asimismo, recalca que se consideren las condiciones particulares de contextos como escuelas rurales o educación de adultos (adaptando la capacitación a esas realidades). La Superintendencia de Educación vigilará que los establecimientos garanticen la ejecución de estas medidas formativas para su personal.
Recomendaciones prácticas:
- Diagnóstico de necesidades formativas: Primero, identificar qué tanto saben los docentes y asistentes sobre TEA. Se puede aplicar una breve encuesta anónima preguntando cuán cómodos se sienten atendiendo a un niño con autismo, qué temas les gustaría aprender (p. ej., gestión de crisis, uso de apoyos visuales, etc.). Con esa información, planificar las capacitaciones enfocadas en las brechas detectadas.
- Capacitaciones con expertos: Coordinar talleres o charlas con profesionales especializados en autismo. Por ejemplo, contactar a organizaciones como Fundación TEA o departamentos de educación diferencial de universidades locales. El MINEDUC también está generando webinars y cursos en línea sobre la Ley TEA, así que aprovechar esos recursos oficiales (por ejemplo, difundiendo al personal los cursos gratuitos en la Academia SENADIS o los módulos de Ayuda Mineduc sobre inclusión).
- Formación entre pares: Dentro del mismo colegio, es útil que quienes tienen más experiencia en integración (por ejemplo, un educador diferencial, un psicólogo escolar o un profesor que haya trabajado con estudiantes TEA) compartan sus buenas prácticas con el resto. Se pueden organizar comunidades de aprendizaje o reuniones pedagógicas dedicadas a caso estudio: analizar un caso de un estudiante con TEA en el colegio (o hipotético) y discutir cómo apoyarlo mejor.
- Capacitar también al personal de apoyo y auxiliares: Muchas veces son los inspectores, paradocentes, personal de transporte escolar o de comedor quienes también interactúan con los estudiantes. Asegurarse de incluirlos en instancias formativas básicas, por ejemplo, cómo comunicarse de manera clara y respetuosa con una persona autista, o cómo actuar si la ven en una situación de desregulación. Esto va de la mano con la exigencia de la ley de trato digno en todo momento y circunstancia, para lo cual todos deben estar sensibilizadosl.
- Mantener actualizada la formación: El conocimiento sobre TEA evoluciona constantemente. Designar a un encargado de inclusión o UTP (Unidad Técnico-Pedagógica) que esté atento a nuevos cursos, seminarios o actualizaciones normativas, para difundirlas. Por ejemplo, cada año alrededor del 2 de abril (Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo) se suelen realizar seminarios – se puede aprovechar esa fecha para realizar una actividad de capacitación o invitación a expertos.
- Registro de las capacitaciones: Documentar qué formaciones se realizan, cuántos funcionarios asisten, etc., pues esto sirve de evidencia ante una posible fiscalización de la Superintendencia y, más importante aún, permite evaluar su impacto (por ejemplo, encuestar luego a los participantes qué aprendieron y qué aplicarían en aula).
Ajustes de infraestructura y ambientes inclusivos
Un aspecto a considerar es cómo el entorno físico del establecimiento escolar puede adaptarse para ser más amigable para estudiantes con TEA. Si bien la Ley 21.545 no detalla requisitos explícitos de infraestructura, su espíritu de asegurar “espacios educativos inclusivos” abarca también la dimensión ambiental: el entorno debe acomodarse a las necesidades sensoriales y de accesibilidad de los alumnos. Recordemos que muchos niños y niñas en el espectro autista presentan hipersensibilidades sensoriales (a ruidos, luces, aglomeraciones) o necesidades de orden y rutina en el espacio. Un ambiente mal adaptado puede generarles estrés innecesario, mientras que un ambiente inclusivo facilita su concentración, seguridad y bienestar.
¿Qué pueden hacer las escuelas y jardines en cuanto a infraestructura? Algunas adecuaciones son sencillas y de bajo costo, relacionadas más con la organización que con obras físicas: por ejemplo, crear rincones tranquilos, evitar recargar visualmente las salas, etc. Otras pueden implicar inversión si es posible: acondicionar salas multisensoriales o reducir el ruido ambiental. Además, la accesibilidad universal promovida por la Ley 20.422 también aplica aquí: si el estudiante además presenta alguna discapacidad física o movilizarse por la escuela le genera ansiedad, se deben prever rampas, rutas claras, señalética visual, etc.
Recomendaciones prácticas:
- Rincón sensorial o de calma en el aula: Destinar un pequeño espacio en cada sala con elementos que ayuden a regularse. Por ejemplo, cojines o una silla cómoda, juguetes antiestrés o texturas, audífonos para aislar ruido, libros ilustrados. Este espacio sirve para cuando el alumno necesita retirarse momentáneamente de la actividad principal para recuperarse sin salir del aula. Es posible encontrar muchos de los artículos necesarios para una sala de calma en Unikids.
- Iluminación y ruido: Evitar en lo posible las luces fluorescentes parpadeantes (a algunos estudiantes les molestan visualmente). Optar por iluminación natural o LED más estable. Si la sala da a una calle muy bulliciosa, usar cortinas gruesas o paneles acústicos básicos para atenuar el sonido. Durante actos o eventos con música fuerte, permitir que el alumno use protectores auditivos o se ubique en una zona más tranquila.
- Espacios estructurados: Mantener una disposición del mobiliario predecible. Los estudiantes con TEA suelen preferir el orden. Definir claramente las “zonas” en la sala (por ejemplo: área de trabajo individual, rincón de lectura, mesa grupal) usando quizás alfombras de color distinto o estanterías que delimiten. Colocar rótulos con pictogramas en cajones y estantes para que el estudiante sepa dónde encontrar y guardar materiales, promoviendo su autonomía y reduciendo incertidumbre.
- Lugares de baja estimulación en el recreo: Los recreos pueden ser muy estresantes por el ruido y caos. Habilitar opcionalmente un espacio alternativo de recreo más tranquilo (por ejemplo, la biblioteca abierta con juegos de mesa, o un patio pequeño con supervisión) donde el estudiante con TEA que así lo desee pueda pasar esos minutos. Esto no significa aislarlo sistemáticamente, pero sí ofrecerle un refugio cuando necesite un descanso de la sobrestimulación.
- Señalética clara y apoyo visual en pasillos: Utilizar letreros con símbolos o dibujos para indicar las distintas dependencias (baño, sala de música, enfermería, etc.). Incluso se pueden pegar en el suelo huellas o flechas de colores que guíen hacia ciertos lugares (por ejemplo, del aula al patio), facilitando la orientación espacial del alumno con TEA. Un entorno predecible en el desplazamiento reduce su ansiedad.
- Adaptaciones en caso de sobrecarga: Tener a mano elementos como lentes con filtro (si la luz molesta), juguetes de mano (fidget spinners, pelotas de estrés) para entregar a los alumnos que necesiten canalizar ansiedad durante clase. Estas pequeñas “válvulas de escape” sensoriales pueden hacer la diferencia para que se mantengan en la actividad sin interrumpir a otros.
- Sala de recursos o multisensorial: Si el establecimiento cuenta con Programa de Integración (PIE) u otro proyecto, considerar habilitar una sala especial equipada con material multisensorial (luces suaves, colchonetas, balancines, paneles táctiles). Allí el estudiante con TEA podría realizar algunas terapias con el especialista o simplemente usarla en momentos acordados para regularse. Aunque no es obligatorio por ley contar con esto, ha demostrado ser beneficioso en muchos contextos escolares inclusivos.
- Seguridad y escape: Asegurar que puertas o portones tengan mecanismos de seguridad si el alumno tiende a salir corriendo (pase libre) para evitar riesgos, pero a la vez capacitarlos en reconocer límites. Por otro lado, entrenar al personal de seguridad o auxiliar para que, si ven a un niño con autismo solo en un área inusual, lo acompañen de vuelta a un área segura amablemente.
Comunicación y colaboración con las familias
La relación familia-escuela es crítica en la educación de estudiantes con TEA. La Ley TEA, coherente con la perspectiva de derechos, enfatiza la participación activa de las familias en las decisiones de la comunidad educativa que afecten a sus hijos. Asimismo, impone obligaciones de información: por ejemplo, ante la sospecha de que un niño pueda tener autismo, el establecimiento debe informar a los padres o apoderados de esa presunción de manera comprensible y obtener su consentimiento antes de derivarlo a diagnóstico. Todo esto apunta a que la comunicación con la familia sea fluida, transparente y basada en la confianza mutua. Los padres conocen mejor que nadie las particularidades de su hijo, por lo que su aporte es valioso para adaptar las estrategias pedagógicas; a su vez, la escuela debe proveer feedback constante sobre cómo va el estudiante en el aula y qué apoyos se están brindando.
¿Qué exige concretamente la ley respecto a las familias? Si bien la Ley 21.545 no enumera procedimientos específicos de comunicación, varias de sus disposiciones la implican. Por ejemplo, el principio de participación y diálogo social garantiza a las familias un rol activo en las decisiones educativas. Además, en el contexto de adecuaciones significativas (como ajustes a la jornada escolar, cambios de modalidad, etc.), se requiere el acuerdo expreso de la familia antes de implementarla. Legalmente, los padres también tienen derecho a recibir copia de los planes de apoyo individual de sus hijos (PACI o PAI) con timbre del establecimiento, para conocer formalmente las adecuaciones y compromisos asumidos. Finalmente, la Ley TEA introdujo una modificación al Código del Trabajo (artículo 66 quinquies) otorgando derechos laborales a padres, madres o tutores de menores con TEA, para que puedan acudir ante emergencias en el colegio de sus hijos sin que ello implique descuento de sueldo o sanción laboral. Esto obliga a la escuela a, por un lado, notificar inmediatamente a la familia si ocurre una emergencia que comprometa la integridad del estudiante, y por otro, facilitar que el apoderado ingrese o participe en la solución de la emergencia, sabiendo que por ley su empleador debe considerarlo tiempo trabajado.
Recomendaciones prácticas:
- Canales de comunicación diarios: Establecer algún medio para el contacto cotidiano familia-escuela. En educación parvularia suele usarse una libreta viajera o cuaderno de comunicaciones donde la educadora anota cómo estuvo el niño, y los padres pueden comentar observaciones en casa. En básica y media, además de la agenda escolar, se pueden usar canales digitales (correo electrónico, grupo de WhatsApp con el apoderado) para intercambiar información breve. Es importante comunicar no solo problemas, sino también logros y avances del estudiante, para mantener una relación positiva.
- Reuniones periódicas de seguimiento: Programar reuniones individualizadas con la familia del estudiante con TEA al menos una vez cada semestre (aparte de las reuniones generales de curso). En estas reuniones, con participación idealmente del profesor jefe, educador diferencial y/o psicólogo, revisar el cumplimiento del Plan de Apoyo, evaluar qué estrategias han funcionado y cuáles ajustar, y escuchar las sugerencias o preocupaciones de los padres. Llevar minuta de estos encuentros y acordar compromisos conjuntos.
- Consentimiento informado para intervenciones: Siempre que se proponga una intervención significativa (por ejemplo, empezar terapia de lenguaje dentro del horario escolar, o aplicar una técnica conductual específica), explicarla detalladamente a la familia y obtener su aprobación por escrito. La confianza es fundamental; los padres deben sentir que son socios en la educación de su hijo y no meros observadores.
- Orientación a las familias: Muchas familias, especialmente cuando reciben recién el diagnóstico de autismo, pueden sentirse desorientadas. La escuela puede apoyar derivándolas a recursos disponibles: informarles sobre cómo obtener la Credencial de Discapacidad y beneficios asociados, sobre programas de SENADIS, grupos de apoyo de padres de niños con TEA en la comuna, etc. También se les puede compartir material de lectura fácil sobre la ley (por ejemplo, la guía de SENADIS adaptada a lectura fácil) para empoderarlos en cuanto a sus derechos.
- Planificar traspasos y articulación: Si el estudiante con TEA está en transición de nivel (por ej., de kinder a 1° básico, o de 8° a enseñanza media), organizar reuniones de articulación entre los docentes saliente y entrante con la familia presente, para que no se pierda la información valiosa sobre cómo manejar al niño. Esta transición coordinada es vital para que el próximo profesor conozca de antemano las adecuaciones efectivas y las alertas a considerar.
- Respuesta oportuna en emergencias: Tener los números de contacto actualizados de los padres/tutores y algún contacto alternativo. Ante una eventual crisis severa o problema de salud con el estudiante, notificar de inmediato a la familia (según el protocolo de emergencias del colegio) y permitir su ingreso expedito al establecimiento. Recordar al apoderado que la ley ampara su ausencia laboral en estas circunstancias, lo cual puede darle tranquilidad para acudir.
Fomentar una cultura inclusiva y sensibilización de la comunidad
Finalmente, el éxito de la inclusión de estudiantes con autismo no descansa solo en cumplir aspectos técnicos o legales, sino en construir una cultura escolar inclusiva. La Ley TEA busca también “concientizar a la sociedad” sobre el autismo, y en el entorno escolar esto se traduce en educar a todos los actores – estudiantes, profesores, padres – en el respeto a la neurodiversidad. Una disposición concreta de la ley en esta línea es la obligación de difundir derechos y buen trato mediante infografías u otros medios dentro de los establecimientos. En efecto, el artículo 24 establece que escuelas, jardines y otros espacios concurridos deben contar con carteles o comunicaciones señalando que las personas con TEA deben recibir un trato digno y respetuoso siempre, y que con ellas se debe usar un lenguaje claro y sencillo. Colocar estos afiches en lugares visibles (entrada del colegio, salas, oficinas) no es un mero formalismo, sino un recordatorio constante de los valores que debemos practicar.
Recomendaciones prácticas:
- Campañas de sensibilización estudiantil: Incluir en la formación valórica de los estudiantes actividades sobre inclusión. Por ejemplo, realizar charlas en los cursos acerca de “¿Qué es el autismo?” adaptadas a cada edad, usando videos o dinámicas que promuevan la empatía (hay cuentos y cortometrajes adecuados para niños que ayudan a entender el tema). En educación parvularia se puede trabajar con títeres o historias sencillas sobre aceptar a los amigos diferentes. En niveles mayores, invitar a exponer a alguna persona autista o especialista que pueda derribar mitos y responder preguntas de los alumnos.
- Conmemoración del Día del Autismo: Cada 2 de abril (o alrededor de esa fecha) organizar algo en la escuela: una feria informativa, usar una prenda azul, hacer un acto donde se destaquen las habilidades de estudiantes neurodivergentes, etc. Esto visibiliza el compromiso de la institución y refuerza en la comunidad el mensaje de inclusión.
- Afiches y señalética inclusiva: Cumplir con la instalación de infografías exigida por la ley de manera creativa. Por ejemplo, diseñar pósteres con los mismos estudiantes, donde mediante dibujos o frases indiquen la importancia del respeto. Incorporar pictogramas y lenguaje sencillo en estos afiches para dar el ejemplo. Además de los carteles de trato digno, podría haber murales o rincones informativos permanentes sobre el autismo, sus características y cómo apoyar.
- Cultura del lenguaje claro: Promover entre todos los funcionarios el uso de lenguaje claro y directo al comunicarse con estudiantes TEA – evitando sarcasmos, dobles sentidos o expresiones muy abstractas que puedan confundir. Esta práctica, aunque parezca menor, puede ser fundamental para la inclusión comunicativa. Incluso podría ser parte de un “decálogo de comunicación inclusiva” repartido al personal y familias.
- Iniciativas de peer mentoring: Implementar programas donde alumnos mayores o más conscientes acompañen a alumnos con necesidades especiales en ciertas actividades, promoviendo la amistad y la comprensión. Por ejemplo, un estudiante de cursos superiores puede ser “amigo tutor” de un niño con TEA en los recreos o en talleres extraprogramáticos, ayudándole a integrarse. Esto no solo apoya al alumno con TEA sino que forma en responsabilidad y empatía al alumno tutor.
- Evaluar periódicamente el clima inclusivo: Se puede realizar encuestas anónimas a estudiantes y apoderados para saber si perciben un ambiente de respeto hacia la diversidad en el colegio. Preguntar si han presenciado actos de burla o discriminación, y si saben cómo reportarlos. Utilizar esa información para reforzar las campañas de sensibilización donde haga falta.
Conclusión
La implementación de la Ley TEA N°21.545 en colegios y jardines infantiles representa un desafío y a la vez una oportunidad para avanzar hacia escuelas más justas y respetuosas de la diversidad. Cumplir con esta ley no se trata solo de evitar sanciones, sino de garantizar derechos: el derecho de cada estudiante con autismo a recibir una educación de calidad en un entorno que lo valore, entienda y apoye. Para los equipos directivos y docentes, esto implica liderazgo y compromiso para adaptar las estructuras existentes —currículum, reglamentos, metodologías— y también para cultivar un cambio de mirada en la comunidad educativa.
Hemos revisado las obligaciones legales clave: desde no discriminar en la admisión, pasando por ajustar el currículo, capacitar al personal, adecuar espacios, establecer protocolos y trabajar codo a codo con las familias. Y junto a cada exigencia, sugerimos prácticas concretas y pedagogías inclusivas que han demostrado ser útiles. No existe una receta única, porque cada estudiante con TEA es distinto; por eso la ley enfatiza el abordaje integral y personalizado. En última instancia, el mejor indicador de éxito será ver a esos niños, niñas y jóvenes autistas accediendo, participando, aprendiendo y graduándose de nuestras escuelas en igualdad de condiciones, habiendo desarrollado al máximo sus potencialidades.
Para lograrlo, es esencial la reflexión y mejora continua. Los colegios pueden apoyarse en las orientaciones del Ministerio de Educación (que a través de mesas técnicas, FAQs y recursos de apoyo están guiando este proceso), en la asesoría de la Superintendencia ante dudas normativas, y en redes colaborativas con otras escuelas que también estén implementando la ley. La inclusión es un camino que se construye día a día. Con conocimiento, creatividad y empatía, las comunidades educativas podrán dar cumplimiento a la Ley TEA N°21.545 de manera efectiva, creando aulas más acogedoras no solo para los estudiantes con TEA sino para todos. Como dice el objetivo de la ley, se trata de “promover las condiciones necesarias” para que ningún niño o joven se quede atrás, derribando barreras y celebrando la neurodiversidad en nuestras salas de clase.
Finalmente, recordemos que la inclusión no es un favor o una carga, es un derecho y una poderosa herramienta de transformación educativa y social. Al acoger a cada estudiante tal como es, la escuela enriquece su comunidad y siembra valores de respeto y solidaridad que trascienden las aulas. La Ley TEA viene a reforzar ese camino, y depende de nosotros, educadores y directivos, hacerla realidad con convicción y amor por nuestra profesión.